Los aficionados ingleses ya pueden soñar. Al menos eso decían en el Times el día después de que Inglaterra eliminara a Colombia en la ronda de octavos de final del Mundial. El triunfo, conseguido de manera agónica en la tanda de penaltis, acabó con dos de las maldiciones que han perseguido al conjunto inglés durante años: los mencionados penaltis y las retransmisiones de ITV. De lo primero no hay mucho que explicar. Desde las semifinales de Italia 90 en la que se quedaron fuera a manos de Alemania por el mayor acierto de sus rivales desde los once metros, los inventores del fútbol habían caído hasta cinco veces más en similares circunstancias. Solo ante España en el 96 consiguieron seguir adelante. La cosa era ya más mental que futbolística y la nación parecía resignada a su suerte cada vez que llegaba la hora de enfrentarse a la muerte súbita. No es fácil superar este tipo de barreras psicológicas pero lo es menos aún si hay otra variable de la misma categoría que entra en juego. En este caso hablamos del ridículo porcentaje de victorias que presentaban los británicos cuando sus encuentros los televisaba la cadena de televisión ITV. Y esto sí merece una explicación aparte.
La cadena de televisión ITV comparte desde 1998 los derechos de retransmisión del Mundial con la BBC. Hasta la final, van alternando. En este 2018, por ejemplo, las dos primeras citas mundialistas, saldadas con éxito ante Túnez y Panamá por Inglaterra, habían corrido a cargo de los segundos, dejando para los primeros la derrota ante Bélgica por 0-1. De esta manera, la gran preocupación tras alcanzar la primera ronda eliminatoria, no eran los colombianos sino el operador televisivo. ITV, la tenedora de los derechos del choque, contaba hasta entonces con un paupérrimo 9% de victorias del equipo nacional en su historial de emisiones. Por su parte, la BBC aseguraba el 72% de los triunfos. Entrando en el detalle, ITV solo había sido testigo de un episodio de felicidad deportiva, un 2-0 a Trinidad y Tobago (Mundial de 2006) que, más allá de mejorar los registros estadísticos, tampoco era para que nadie se sintiera demasiado orgulloso. Es normal que algunos hayan visto como una hazaña mayor acabar con el maleficio de la ITV que superar el reto de los penaltis.
Así las cosas, los ingleses sienten que, ahora mismo, son imbatibles. Cegados por la euforia de haber terminado con aquello que les condenaba siempre y, teniendo en cuenta, además, que ninguno de los que van por su lado del cuadro puede presumir de nada en su palmarés(ellos, aunque lo hicieran en el 66, no dejan de ser campeones del torneo), se ven ya en el partido decisivo. Tanto es así que el debate sobre si se debe o no cambiar la hora de la final de Wimbledon para que no coincida con la del Mundial, ya ha comenzado. Y los vuelos a Rusia también se han disparado de precio (pese a que un visado tardan un mes en darlo y no hay entradas para los encuentros que restan). Nadie parece ser consciente de que el grupo entrenado por Gareth Southgate va jugando un poco peor a medida que avanza la competición (de tener las ideas claras en el estreno hasta el esperpento del otro día en el que apenas hicieron algo decente para merecer el pase a cuartos, se observa una cierta bajada de rendimiento). Ahora bien, hay una cosa que permanece inalterable: el disfrute de todo lo que pasa. 6 millones de pintas extra se sirvieron mientras Kane, Henderson y compañía se sacaban el billete para la siguiente cita mundialista. Traducido a transacciones en los pubs, un incremento de las mismas del 126%. Acabe como acabe esto, queda claro que al menos alguien va a salir ganando.